Lapsus de memoria: ¿Solo vejez?

Posiblemente les suenen conocidas estas preguntas o situaciones de la vida diaria: “¿Dónde habré dejado las llaves?”, ¿me pueden llamar, que  no recuerdo donde dejé el celular?”. Al dirigirse a un lugar determinado, se detienen y piensan ¿ a qué venía’? y  se devuelven para ver si logran recordar. Van al supermercado y llegan a casa sin el producto que iban a comprar o cuando reciben ciertas instrucciones, al intentar repasarlas, preguntan “¿me puedes repetir?”.  Abren el refrigerador, lo cierran y luego dicen “¿qué quería?”. En fin, generalmente son siempre las mismas situaciones que me describen en la consulta o en reuniones sociales y ante las cuales me preguntan: -¿es normal?-, cuestionándose incluso si son síntomas precoces de Alzheimer. 

 

Escrito por: Mónica Oviedo Fernandez, Psicóloga – Licenciada en Psicología

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En el último tiempo se ha producido una gran preocupación por los fallos de memoria producto del aumento de casos de Alzheimer, que se estarían presentando a una edad más bien temprana. Son usuales las bromas al respecto y a medida que avanzamos en edad, ya sea en silencio o en privado, resuena la palabra Alzheimer, en el caso que olvidemos algún dato u objeto en forma recurrente. ¿Qué asidero tiene esto en la realidad?

Antes de todo debemos considerar que la vida de hoy  se vive con premura, con una diversidad de roles y responsabilidades, con menor tiempo para el esparcimiento y ocio, donde se añora el fin de semana que, no obstante, da paso con poca pausa a una nueva semana. Esta situación si se vivencia en forma reiterada supone un desgaste para nuestro organismo con la aparición de síntomas psicosomáticos, alterando funciones cognitivas superiores como la atención y concentración, lo que trae como consecuencia estas “fallas en la memoria”. Por otra parte, hemos ido incorporando, sin darnos cuenta, a un  acompañante  en nuestra vida, una suerte de piloto automático quien realiza ciertos comportamientos en forma mecanizada que no nos dejan mayor conciencia de ellos.  Es un compañero funcional que realiza acciones sin que nosotros prestemos atención a sus actos.

Por lo tanto, si estamos viviendo una vida ajetreada, con el consecuente desgaste físico y mental, apoyados de una manera casi inconsciente por un piloto automático que  sólo ejecuta, ¿tenemos realmente un escenario propicio para que nuestro cerebro registre información y la almacene? Si no almacenamos la información adecuadamente, ¿cómo esperamos poder recuperarla?

Para  que nuestra memoria funcione, debemos antes de todo prestar atención, no solo oír sino también escuchar, no solo ver sino también mirar. Para ello, hay que seleccionar entre distintos estímulos el más relevante y concentrarse, despejando los estímulos que puedan distraer nuestra atención, discriminando qué es importante y qué no lo es. Si almacenamos la información bajo estas condiciones, podremos recuperarla con facilidad cuando la necesitemos.

Podemos ilustrar esto con un ejemplo. Si en el supermercado recibo una llamada telefónica, despierta mi piloto automático y dejo de prestar la debida atención a mis compras. Lo más probable es que vuelva a casa sin algún producto que necesitaba comprar e incluso, con algunos que no estaban contemplados. A su vez, los datos de la llamada recibida tampoco los registraría a cabalidad, dado que mi atención estaba compartida en dos acciones igual de relevantes.

En consecuencia, desvirtuemos ese pequeño mito que se está conformando en el inconsciente colectivo a partir de los 45 – 50 años: las fallas en la memoria no son sinónimo de una potencial demencia. Lo que sí es cierto, es que a partir de esta edad existen ciertas dificultades para recordar algo después de cierto tiempo, pero sin problemas en la memoria inmediata o corto plazo. Según el Médico Psiquiatra Tomás León (Psiquiatra de la Unidad de Memoria de la Clínica Memoria y Neuropsiquiatría), señala que “los cambios típicos asociados a la edad son olvidarse de vez en cuando de nombres o citas, pero acordándose de ellos después”.

Si le interesan sugerencias prácticas, le puedo proponer algunas:

  • Evitemos realizar distintas cosas a la vez.  Si bien se puede optimizar los tiempos v/s logros de tareas, nuestra atención se verá mermada y por tanto existirán datos  que no recordaremos o  que requerirán de mayor esfuerzo para su recuperación. Por lo tanto, si creemos que algo es importante, prestémosle toda la atención que merece.
  • Apaguemos, hasta donde sea posible, el piloto automático, con lo cual nos movilizamos a estar en el aquí y en el ahora, en disfrutar  del entorno y estar en sintonía con lo que estamos sintiendo y queremos hacer. Apagarlo significa que estoy en un solo carril y avanzando más seguro.
  • Usemos una agenda, no confiemos solo en la memoria. Registrar horas médicas, fechas importantes, será de una gran ayuda.
  • Realicemos una pausa durante el día, para salir a caminar observando el entorno y muy importante, dejando el teléfono de lado. Contemplar la naturaleza es un aliciente  para el alma y los sentidos.
  • Realicemos ejercicios para nuestro cerebro en forma entretenida para favorecer nuestra memoria; juguemos memorice y  bachillerato; hagamos puzles y sudoku. Esto no sólo agilizará nuestras habilidades cognitivas, sino que fortalecerá una sana convivencia con su pareja, hijos o nietos al jugar o competir con ellos.
  • Asociemos ciertos datos con objetos, situaciones o imágenes. Por ejemplo: el nombre de una persona recién conocida, con algún familiar o amigo cercano.
  • Y no olvidemos dormir lo suficiente, una alimentación saludable, tener sentido del humor y una actitud positiva: la noche siempre es oscura pero siempre también, hay la luz de un amanecer.

 

 

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