En el último tiempo se ha producido una gran preocupación por los fallos de memoria producto del aumento de casos de Alzheimer, que se estarían presentando a una edad más bien temprana. Son usuales las bromas al respecto y a medida que avanzamos en edad, ya sea en silencio o en privado, resuena la palabra Alzheimer, en el caso que olvidemos algún dato u objeto en forma recurrente. ¿Qué asidero tiene esto en la realidad?
Antes de todo debemos considerar que la vida de hoy se vive con premura, con una diversidad de roles y responsabilidades, con menor tiempo para el esparcimiento y ocio, donde se añora el fin de semana que, no obstante, da paso con poca pausa a una nueva semana. Esta situación si se vivencia en forma reiterada supone un desgaste para nuestro organismo con la aparición de síntomas psicosomáticos, alterando funciones cognitivas superiores como la atención y concentración, lo que trae como consecuencia estas “fallas en la memoria”. Por otra parte, hemos ido incorporando, sin darnos cuenta, a un acompañante en nuestra vida, una suerte de piloto automático quien realiza ciertos comportamientos en forma mecanizada que no nos dejan mayor conciencia de ellos. Es un compañero funcional que realiza acciones sin que nosotros prestemos atención a sus actos.
Por lo tanto, si estamos viviendo una vida ajetreada, con el consecuente desgaste físico y mental, apoyados de una manera casi inconsciente por un piloto automático que sólo ejecuta, ¿tenemos realmente un escenario propicio para que nuestro cerebro registre información y la almacene? Si no almacenamos la información adecuadamente, ¿cómo esperamos poder recuperarla?
Para que nuestra memoria funcione, debemos antes de todo prestar atención, no solo oír sino también escuchar, no solo ver sino también mirar. Para ello, hay que seleccionar entre distintos estímulos el más relevante y concentrarse, despejando los estímulos que puedan distraer nuestra atención, discriminando qué es importante y qué no lo es. Si almacenamos la información bajo estas condiciones, podremos recuperarla con facilidad cuando la necesitemos.
Podemos ilustrar esto con un ejemplo. Si en el supermercado recibo una llamada telefónica, despierta mi piloto automático y dejo de prestar la debida atención a mis compras. Lo más probable es que vuelva a casa sin algún producto que necesitaba comprar e incluso, con algunos que no estaban contemplados. A su vez, los datos de la llamada recibida tampoco los registraría a cabalidad, dado que mi atención estaba compartida en dos acciones igual de relevantes.
En consecuencia, desvirtuemos ese pequeño mito que se está conformando en el inconsciente colectivo a partir de los 45 – 50 años: las fallas en la memoria no son sinónimo de una potencial demencia. Lo que sí es cierto, es que a partir de esta edad existen ciertas dificultades para recordar algo después de cierto tiempo, pero sin problemas en la memoria inmediata o corto plazo. Según el Médico Psiquiatra Tomás León (Psiquiatra de la Unidad de Memoria de la Clínica Memoria y Neuropsiquiatría), señala que “los cambios típicos asociados a la edad son olvidarse de vez en cuando de nombres o citas, pero acordándose de ellos después”.
Si le interesan sugerencias prácticas, le puedo proponer algunas:
Estaremos atentos a su correo. A la brevedad responderemos con toda la información necesaria para que sea parte de esta nueva red de apoyo.
Mi Adulto Mayor | buscador de Residencias y Servicios para el Adulto Mayor ® Todos los derechos reservados 2015.