Cuántas veces hemos escuchado, “mis amigos son contados con los dedos de la mano” y claro, esta relación no surge al azar.
Nuestras manos tienen cinco dedos, cada uno de los cuales tiene una función o valor en particular. Mientras más fino sea el trabajo a realizar, menos dedos intervienen. En situaciones de apuro, actúan todos. Algo similar sucede con los amigos. Algunos están más presentes que otros en la realización de nuestras actividades, pero no por ello son más o menos, importantes. Cada uno tiene una sensibilidad y características particulares, que nacen desde la extensión de una misma base, el valor que yo como ser humano único y especial le doy un sentido a un semejante que decido sea parte de mi vida. Al momento de definir cuantos amigos tienes, el análisis lleva a valorar la calidad sobre la cantidad.
Compartir nuestros sueños, experiencias, temores o compartir una entretenida charla, genera que nuestro cerebro segregue endorfinas, comúnmente llamada “hormona de la felicidad”, que nos produce bienestar y estados placenteros. Es por esta razón, que cuando estamos compartiendo con nuestros amigos el reloj avanza sin darnos cuenta, incluso en ese momento de encuentro se decide “debemos vernos más seguido”, dado que el placer que se genera queremos que se mantenga. Esa sensación produce bienestar y calma, tanto a nivel físico como mental e incluso, es capaz de inhibir algún dolor.
Martin Seligman, principal fundador de la Psicología Positiva, nos plantea la importancia de establecer relaciones con un otro, y que el bienestar tiene directa relación con cuanto tiempo se pasa con otras personas en un ambiente agradable. La idea es que estas relaciones de amistad sean sanas, constructivas y que como se dice comúnmente hoy, que “sumen” a nuestra vida, hay que proponerse mantener y construir relaciones positivas, con tolerancia a las diferencias, incluso estar de acuerdo en lo que no están de acuerdo, con el respeto y apertura necesaria.
No es al azar que Dan Buettner, autor de “El secreto de las zonas azules” (zonas geográficas en las cuales viven las personas más sanas y longevas del mundo) destaca el valor de la amistad, de los encuentros, del compartir experiencias y hábitos saludables. En Okinawa, Japón, una de las zonas azules, el valor de comunidad y sentido de pertenencia tienen un valor relevante. Crean moais, grupos de cinco amigos que se comprometen a estar de por vida juntos, donde los hábitos que van incorporando son saludables y se contagian, reforzando conductas positivas y trayendo como consecuencia mayor bienestar.
Lo importante, es tener presente que mantener amistades y promover relaciones saludables generan una salud física, emocional y mental. En cada encuentro, tenemos que estar atentos y concentrados en el relato que nuestro interlocutor nos expresa, activando nuestra memoria inmediata y reciente. ¡Así es que manos a la obra!
Si aún tienes “dedos”, ten conciencia de ellos, agradece y colócalos en movimiento!!!
Hay una brecha bastante amplia, entre los hábitos saludables que se empeñan en practicar estas comunidades y nuestra sociedad occidental. Sin embargo, el punto de encuentro entre ambas es el valor que le damos al compartir, al valor de la colaboración y la generosidad, a los sentimientos de pertenencia. ¡Cuantos de ustedes pertenecen a un Club Social, a un Club de Toby o a un grupo de “EX”, compañeras de colegio, de trabajo, universidad o de una vecindad y el placer que genera reunirnos expresando nuevas o repetidas historias, que en cada encuentro tiene un matiz distinto! Cada participante tendrá una historia o recuerdo que tú has olvidado y él o ella será parte de una reconstrucción de un pasaje de tu vida…¿Te has escuchado decir: “¡oh, no me acordaba de eso!”? En esos encuentros no tenemos conciencia del tiempo y muchas veces lamentamos tener que interrumpirlos.
Estaremos atentos a su correo. A la brevedad responderemos con toda la información necesaria para que sea parte de esta nueva red de apoyo.
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